Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO | 18 abril 2024.

La salud también es cuestión de clase social y de género

    El porcentaje de personas sometidas a alta tensión -altas exigencias, pero bajo control- ha aumentado en un 22% respecto a las que estaban sometidas a alta tensión en 2016. Una alta tensión que perjudica mucho más a las mujeres.

    13/10/2020.
    ¡Ni un paso atrás en igualdad!

    ¡Ni un paso atrás en igualdad!

    En torno a las crisis se crea un mantra que lo invade y explica (o se pretende que explique) todo. La crisis financiera anterior sirvió lo mismo para explicar tanto “un roto como un descosido” y lo mismo pasa ahora con la covid. La pandemia ocupa los espacios informativos, los debates (si es que se pueden llamar así) políticos, la emergencia sanitaria, los recursos sociales, etc. Desde luego no es para menos, pero, si de enfermedad física hablamos, hay que tener en cuenta que a las personas que la covid está matando se suman personas que mueren porque tenían alguna otra enfermedad y no están siendo atendidas.

    Además ha empeorado la salud de las personas por evitar un hospital o acudir al ambulatorio (saturado y con el poco personal existente extenuado porque el austericidio aplicado con la crisis anterior redujo sustancialmente el presupuesto para sanidad).

    Los datos nos dicen que la mortalidad de este maldito bicho es tres veces mayor entre los hombres que entre las mujeres. Las razones de esta brecha de género no están claras, pero se apunta tanto a factores biológicos como a los distintos estilos de vida o condicionantes socioculturales.
    Sociológicamente hablando, se ha constatado que los hombres, con el actual modelo de masculinidad dominante, tienen mayores conductas de riesgo. Esto podría explicar un mayor contagio, pero no una mayor letalidad por lo que habrá que indagar sobre si se sigue dando este patrón de riesgo o esto ha cambiado y hombres y mujeres tenemos el mismo cuidado de no tocar ciertas superficies, de llevar la mascarilla correctamente puesta, de limpiar las superficies o los productos antes de usarlos, de guardar la distancia de seguridad, guardar el confinamiento, etc.

    Además de las cuestiones relativas al seguimiento de las recomendaciones sanitarias existen otros factores que no se deberían despreciar, como es el tipo de tareas que se realizan y en qué sectores. La consigna de quedarse en casa no ha sido posible para todas las personas trabajadoras.

    La reciente publicación del Informe “Condiciones de trabajo, inseguridad y salud en el contexto del COVID-19” realizada por investigadores e investigadoras de las Facultades de Medicina y de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Instituto Sindical de Trabajo Ambiente y Salud (ISTAS-CCOO), a partir de una encuesta a 20.328 personas asalariadas, lo pone de manifiesto.

    No todo el personal ha podido estar teletrabajando, en muchos casos por estar cumpliendo servicios esenciales, y lo han hecho en el 71,2% de los casos sin tener los medios de protección frente a la covid. Por tanto, la clase social y dentro de esta la trabajadora ha padecido una mayor probabilidad de contagio. Por ello es lógico que dos de cada tres participantes (68%) manifiesten su preocupación por infectarse por coronavirus en su lugar de trabajo, y un porcentaje ligeramente superior, el 72,3%, por la posibilidad de ser ellos o ellas quienes lo contagien a otras personas.

    Durante el estado de alarma un 37,8% de las personas encuestadas declaró haber ido a trabajar habitualmente y de ellas el 13,1% afirmó haberlo hecho en algún momento con síntomas como fiebre, tos, dificultad respiratoria o malestar general. Alguna de estas personas lo hacían porque trabajaban en actividades esenciales y era más frecuente entre aquellas a quienes su salario no les cubre las necesidades básicas. Destacando las auxiliares de enfermería, geriatría y enfermería que, como sabemos, son mayoritariamente mujeres, pero también esto se ha producido entre el personal de tiendas de alimentación y productos básicos, mercados y supermercados y en trabajos de limpieza, ocupaciones también feminizadas.
    El porcentaje de personas sometidas a alta tensión -altas exigencias, pero bajo control- ha aumentado en un 22% respecto a las que estaban sometidas a alta tensión en 2016. Una alta tensión que perjudica mucho más a las mujeres. Las empleadas de tiendas de alimentación, mercados, supermercados, auxiliares de geriatría, limpiadoras, etc.

    Además la angustia y ansiedad también perjudica más a las mujeres. La mitad de las mujeres encuestadas manifiestan haber dormido mal muchas veces o siempre a lo largo del último mes y también el riesgo de mala salud mental fue notablemente superior en mujeres que en hombres (63,8% vs 46,8%). Unas situaciones que están agravando el consumo de fármacos. Dijeron consumir fármacos el 27,4% de las mujeres y el 15,9% de los hombres y el mayor porcentaje lo ha empezado a hacer en estas circunstancias cuando antes no consumían fármacos.

    El informe de Istas no solo es relevante y oportuno, sino que nos debe hacer pensar en las consecuencias sobre la salud psíquica de las personas de la clase trabajadora porque también ésta ha empeorado y como sucede con otros de los muchos indicadores - desempleo, precariedad, temporalidad, parcialidad, dobles jornadas, pobreza, exclusión social, etc.- esta también afecta en mayor medida a las mujeres. Y nosotras, desde FSC-CCOO, seguimos diciendo que, en Igualdad, #NiUnPasoAtrás.