Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO | 29 marzo 2024.

“En la medida de lo posible”: las recomendaciones y el dichoso dinero

    La Constitución española, la Unión Europea y toda la normativa de prevención de riesgos laborales tienen entre sus mandatos la misión de preservar la salud y la seguridad de trabajadores y trabajadoras. El objetivo principal es evitar los riesgos y si ello no es posible, minimizarlos y para ello diseñar unas medidas preventivas acordes. 

    02/08/2022. Alicia en el país de las zancadillas - Secretaría de Salud Laboral FSC-CCOO
    Una trabajadora de Correos

    Una trabajadora de Correos

    Si ya es complicado el cumplimiento normativo aun siendo la ley explicita y taxativa, qué será cuando las líneas se desdibujan y entra en juego la interpretación.

    Primero lo obvio, los intereses de las empresas y los intereses de los trabajadores y trabajadores en demasiadas ocasiones pareciera que entran en confrontación. No debería ser así, cuando el objetivo es la salud. Si hay dinero en juego a corto plazo y en muchas ocasiones es así, entonces la frase “en la medida de lo posible” tiende a ser un pulso bajo el que normalmente la salud de las personas termina perdiendo. 

    Os pongo un ejemplo, aunque hay muchos incluido el más reciente de todo lo que ha pasado con la pandemia de covid y la primacía de lo económico frente a la salud. Ahora que estamos con el tema del calor, el Real Decreto 486/1997 sobre lugares de trabajo explicita unos intervalos de temperatura requeridos para lugares cerrados en función del tipo de trabajo, pero no se fijan criterios mínimos para los lugares abiertos, sino que se emplaza a que las empresas tomen precauciones para que los trabajadores y trabajadoras puedan protegerse en la medida de lo posible, de las inclemencias del tiempo. Pero, ¿cuál es la vara de medir? ¿qué se considera posible? 

    Las evidencias científicas no dejan lugar a dudas sobre cómo afecta el calor a las personas y a su salud. Pues bien, si el calor no se puede evitar (las olas de calor parece que han venido para quedarse), hay que minimizar el riesgo. 

    Las medidas preventivas en demasiadas ocasiones ponen énfasis cuasi exclusivo en el autocuidado del trabajador (beber más agua, protegerse en la sombra, no realizar esfuerzo físico excesivo, usar gafas de sol y crema solar…). Pero no se puede obviar que son las empresas las que deben facilitar que las personas que trabajan a la intemperie realicen dichas pausas y se refugien en la sombra, sin miedo a sanciones o incumplimientos de su trabajo, o a ser consideradas poco productivas. Se trataría de anteponer de forma consensuada medidas organizativas y técnicas (las medidas colectivas que prioriza la legislación) y que protegen a las personas tanto y más que beber agua (que es una medida individual). Esto sí es posible, pero ¿piensan algunas empresas igual?

    Aquí entra de nuevo en juego la mal entendida productividad. Yo, como empresa, pago por ocho horas diarias de trabajo, así que, el hecho de que el trabajador haga “demasiadas” pausas “me cuesta dinero”. También la prudente aclimatación, que recomiendan muchos estudios, se queda en incorporación inmediata a sus ocho horitas de jornada en la calle desde el minuto uno. Sí, son medidas posibles y adecuadas para minimizar riesgos para la salud, pero ¿se quieren tomar? ¿o es más fácil solo recomendar beber agua? 

    La ropa de trabajo a veces sirve para unos propósitos, pero no para otros. Hay ropa muy resistente pero que no permite la transpiración y aumenta el riesgo provocado por el calor. Pero si se mira la ropa desde una perspectiva estrecha y se considera un gasto y no una utilidad, la prevención se queda en agua de borrajas. 

    Y es que, si no se interpreta que la prevención es siempre un beneficio no solo en lo evidente que es el valor de la vida humana sino también en lo económico (porque el pago de prestaciones por accidente laboral o enfermedad, o los recursos destinados a tratamientos médicos son cantidades que se pueden ahorrar para otros fines), todo lo demás es permitir riesgos y consecuencias. Entonces terminamos realizando políticas de reparación del daño mucho más costosas que las de prevención.

    Capítulo aparte tienen las dichosas recomendaciones. Recomendado no es lo mismo que obligado y nuevamente entran en litigio visiones diferentes. En las evaluaciones de riesgos los técnicos, si no hay nada explícito por norma, terminan recomendando esto o aquello. Para que la recomendación se convierta en hecho, deben entrar a negociar a fondo los delegados y delegadas de prevención que realizan una labor impecable, y no siempre agradecida, y que les exige mucha resiliencia y perseverancia. 

    Así que, nunca debemos olvidar que el objetivo final es preservar la salud y la seguridad de las personas, y no todo vale ni a cualquier precio. El valor de la vida es incalculable, no sigamos menospreciándola. ¡Hagamos prevención!